Sunday, February 26, 2006

Iluminación Diagonal



Para Armando
...break a leg, my sweet lover


El suelo del bosque es oro puro. Estoy quieto y tengo miedo. Desperté esta tarde acostado, encogido como un feto, en medio de un bosque que no es verde, en el que apenas se distinguen los troncos de las ramas y de las sombras que proyectan. Hojarasca, le dicen. Suena a música, repito la palabra lentamente ho-ja-ras-ca. Suena a los pies de la hermosa que me trajo hasta aquí, que silente me colocó y silente me abandonó. Suena a lo que sonaba el suelo sobre el que corría cuando tenía seis años y cerraba los ojos para sentir la adrenalina. Suena también a cascada, a sábanas limpias que crujen bajo los cuerpos. Hace frío, y el bosque, extrañamente, parece dormir. Debería oír insectos y aves, pero este bosque no los acepta. Este bosque está hecho de oro, de piedras, árboles y hojas de oro seco que se desmorona entre mis manos. No hay vida. Y sin embargo, lo llena la esencia de un cuerpo tibio que atisbo entre el tercer y cuarto árbol, de izquierda a derecha. Una mirada que se asoma inquieta, como un gato mirando debajo de una sábana.
Tengo frío. Mis piernas son dos muñones entumidos: las miro y no las reconozco -ajenas, espantosamente humanas. Podría morir de frío. Algo me dice, sin embargo, que el corazón seguirá latiendo, quizá gracias al calor que le dejaron aquellas manos que recuerdo apenas, ensoñadas, blanqueadas por la memoria. Los dedos de las manos duelen y sangran. Mi sangre llega a las hojas más cercanas, ni siquiera alcanza a formar un charco: gotea lentamente y la sangre se seca nada más tocar el suelo.
Entristezco pensando que no podré darle siquiera un segundo de vida a este bosque, cuando miro tus ojos y comprendo que sobreviviré.

Óleo: Armando Hatzacorsian

Wednesday, February 22, 2006

Melancolia de tarde

Miro mis cartas, ninguna es mia, ninguna tiene mi nombre escrito con tinta, ninguna mano se ha movido, curvado, subido y bajado deletreando estas letras que siento mias.
Hace años que no me escribes. Leo tu primera carta y me hace llorar. Quisiera romperla y no puedo, la pantalla no me deja. Tus letras, que fueron mias, que toque un dia. Escucho un tristisimo fado, ay, vida, que diera por tener veinte años y amarte otra vez.
Hay cosas, dice un sabio, que dependen de nosotros, y hay otras que no... de mi no depende ese arbol estupido que florece en invierno, y sin embargo, cuanto daño me hace verlo.
Pero no es eso lo que quiero decir, mas bien me interesa saber si es normal tener el corazon vacio, los ojos secos, el paladar amargo, la sangre como agua tras un derrumbe, lodosa, turbia. Quiero saber si es normal mirar una tarde anaranjada y sentirse asqueado de todo.

Tuesday, February 14, 2006

What can I hold you with?

Va una traducción personalísima del segundo poema inglés de Jorge Luis Borges.
He encontrado muchísimas versificaciones diferentes para este poema, va la que me parece más correcta...


¿Con qué puedo retenerte?
Te ofrezco calles lánguidas, ocasos desesperados, la luna
de los suburbios maltrechos.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado
largamente a la solitaria luna.
Te ofrezco mis ancestros, mis hombres muertos, los fantasmas a quienes
hombres vivos honraron en bronce: el padre de mi padre
muerto en la frontera de Buenos Aires, dos balas
perforando sus pulmones, barbado y muerto, envuelto por sus
soldados en el cuero de una vaca; el abuelo de mi madre
-de apenas veinticuatro años- a la cabeza de trescientos
hombres en Perú, ahora sólo fantasmas cabalgando caballos inexistentes.
Te ofrezco todo el discernimiento que pueda caber en mis libros,
toda la hombría, o el humor, en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco ese reducto de mí que de alguna forma he salvado-
el corazón que no se trata con las palabras,
que no trafica con sueños,
y que permanece a salvo del tiempo, de la alegría, de la adversidad.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista durante el ocaso,
años antes de que tú nacieras.
Te ofrezco explicaciones de tí misma, teorías acerca de ti,
auténticas y sorprendentes noticias de ti.
Puedo darte mi soledad, mi obscuridad,
el hambre de mi corazón; intento sobornarte con incertidumbre,
con peligro, con derrota.

INSOMNIO

Siento en las yemas de los dedos la textura de tu piel, miro tu pecho subir y bajar, las esferas de tus ojos moverse acompasadamente detrás de tus párpados cerrados: sueñas. Siento rondar la muerte por mi cabeza, una insinuación, un leve gemido en la noche, casi un fantasma; aún así me asusta su cercanía, me advierte que un día no estarás más, que te habrás ido, y que esta ansia, que esta hambre de tocarte será lo único que me quedará, y que tendré que conformarme.

Sunday, February 12, 2006

Nuevos vecinos

Desde la ventana miro un bulto quieto. Tiene la figura de un cuerpo humano inerte. También el tamaño. Siento ganas de llorar, quizà por ese hombre al que mi cuerpo nunca conocerá. La noche cerrada es limpia, pero no hay luna, ni estrellas, sólo una extraña capa negra azulada que cobija el resto de las ventanas de la calle; así que el bulto podría ser cualquier cosa: un montón de escombros, por ejemplo. Pero su manera de no estar respirando, su irredimible tranquilidad, delatan su condición de cadáver mojado.