Esta es la primera de una serie de entradas, pura autoterapia...
Las esposas
Llegas a tu casa y la cerradura no sirve, no encuentras a tu gato. Entras en pánico. Por supuesto, la computadora no está, ni tus cámaras. Finalmente encuentras a la peluda criaturita debajo de la cama, en shock. Tu ropa está en el suelo. Los cajones de la mesita junto a tu cama están revueltos, sus contenidos esparcidos, bolsas rotas.
Y tu vida, es decir, lo que cuenta como tu vida, comienza a salirte al paso, los recuerdos, uno a uno, comienzan a surgir, rotos, arrugados, botados a un lado por su nulo valor comercial.
Las esposas: un día tú le dijiste, quiero que me ates, él te miró de reojo, sonrió un poco, se levantó de la cama, al volver tenía en la mano dos corbatas de seda, te ató a los postes de la cama. Unas semanas después él te dijo, te tengo una sorpresa, en la noche te las mostró: un par de esposas con un bajorelieve MDPD, Miami Dade Police Department; en la otra mano, la llave. Te sorprendiste tanto con la llave, tan extraña, un tubito de metal apenas. ¿De dónde la sacaste?