Roedores
Hace un par de días subí a Tunnel Mountain... una montañita de 300 metros de altura...
En el camino pensaba que sería interesante comparar la población de insectos de estas latitudes a la que hay en México, especialmente en Morelos, donde uno no puede dar un paso sin ver una araña, un grillo, un escarabajito en technicolor... Para mi enorme sorpresa, a pesar de que el camino estaba practicamente solo, y que caminé sigilosamente, no vi practicamente insectos. Había algunas telarañas brillando, lánguidas, y más bien como dejadas al azar. Las telarañas estas resultaron patéticamente débiles, cualquier brisa las deshace. Mercurio aprobaría su debilidad.
AL llegar a la cima de la montaña de plano me puse a gatas sobre una roca: tenía que haber algún tipo de insecto. Y sí, finalmente encontré una pequeña colonia dde hormigas. Negras, bastante atarantadas. Nada como las cuatalatas guerreras a las que estoy acostumbrada. Me senté frente a la entrada del hormiguero, esperando ver en cualquier momento un cambio de actividad, y me quedé esperando: no había columna de trabajadoras, ni hormigas soldado patrullando. Apenas una docena caminando en una no muy definida línea, paseando; una llevaba una brizna de hierba, las otras más bien se detenían a tomar el sol...
Aburrida, abrí mis lecciones de literatura rusa y Nabokov me atrapó. Hasta que un movimiento a un par de metros, a nivel del suelo, me sacó de concentración. Al principio pensé que se trataría de una hojita caída, una basura, una manchita cafe. Hasta que se movió unos cuantos milímetros... una ardilla diminuta me miraba, intrigada. Cerré lentamente el libro, para no asustarla, y nos quedamos mucho rato mirándonos. Luego bostezó (o se comió algo, o vaya usté a saber, pero abrió el hociquito y lo cerró) y se puso a buscar moronitas de comida sobre el suelo. Dando muchas vueltas, rodeos, sin decidirse, poco a poco se fue acercando, hasta que estuvo a medio metro de la roca sobre la cual estaba yo sentada... se paró en sus patitas traseras y me miró de frente. Debo decir que me sorprendió e insultó un poco la insolente mirada... luego pensé que, bueno, sus predadores suelen ser osos negros o grizzly, así que no debió parecerle muy impresionante mi torpe postura...
Así como las tontas hormigas me aburrieron a mi, la ardillita terminó aburriéndose de mi, y volvió a meterse a su madriguera.
Más tarde, de vuelta al estudio, una roca movil me asustó: un prairie dog comía despreocupado alguna cosita, se acercó otro a husmear, se saludaros, y corrieron para no perderse a Bulwinkle que pasaría con su familia unas horas más tarde.
Pero los alces no son roedores...
En el camino pensaba que sería interesante comparar la población de insectos de estas latitudes a la que hay en México, especialmente en Morelos, donde uno no puede dar un paso sin ver una araña, un grillo, un escarabajito en technicolor... Para mi enorme sorpresa, a pesar de que el camino estaba practicamente solo, y que caminé sigilosamente, no vi practicamente insectos. Había algunas telarañas brillando, lánguidas, y más bien como dejadas al azar. Las telarañas estas resultaron patéticamente débiles, cualquier brisa las deshace. Mercurio aprobaría su debilidad.
AL llegar a la cima de la montaña de plano me puse a gatas sobre una roca: tenía que haber algún tipo de insecto. Y sí, finalmente encontré una pequeña colonia dde hormigas. Negras, bastante atarantadas. Nada como las cuatalatas guerreras a las que estoy acostumbrada. Me senté frente a la entrada del hormiguero, esperando ver en cualquier momento un cambio de actividad, y me quedé esperando: no había columna de trabajadoras, ni hormigas soldado patrullando. Apenas una docena caminando en una no muy definida línea, paseando; una llevaba una brizna de hierba, las otras más bien se detenían a tomar el sol...
Aburrida, abrí mis lecciones de literatura rusa y Nabokov me atrapó. Hasta que un movimiento a un par de metros, a nivel del suelo, me sacó de concentración. Al principio pensé que se trataría de una hojita caída, una basura, una manchita cafe. Hasta que se movió unos cuantos milímetros... una ardilla diminuta me miraba, intrigada. Cerré lentamente el libro, para no asustarla, y nos quedamos mucho rato mirándonos. Luego bostezó (o se comió algo, o vaya usté a saber, pero abrió el hociquito y lo cerró) y se puso a buscar moronitas de comida sobre el suelo. Dando muchas vueltas, rodeos, sin decidirse, poco a poco se fue acercando, hasta que estuvo a medio metro de la roca sobre la cual estaba yo sentada... se paró en sus patitas traseras y me miró de frente. Debo decir que me sorprendió e insultó un poco la insolente mirada... luego pensé que, bueno, sus predadores suelen ser osos negros o grizzly, así que no debió parecerle muy impresionante mi torpe postura...
Así como las tontas hormigas me aburrieron a mi, la ardillita terminó aburriéndose de mi, y volvió a meterse a su madriguera.
Más tarde, de vuelta al estudio, una roca movil me asustó: un prairie dog comía despreocupado alguna cosita, se acercó otro a husmear, se saludaros, y corrieron para no perderse a Bulwinkle que pasaría con su familia unas horas más tarde.
Pero los alces no son roedores...