Monday, March 26, 2007

Tres hombres

Eran tres. Y nos siguieron un rato. Tuve miedo. ¿Y cómo no tener miedo? El metal brilló, como dice el lugar común, bajo la luna. Hermosa luna la de esa noche, enrojecida el aura. Aunque, ahora que lo pienso, no pensé en la muerte, pensé que se llevaban algo mío, una diminuta parte de mi juventud. Pareciera que uno pierde juventud cuando se enfrenta a una violencia tan azul, tan noche, tan sorda. Al final, nos regresaron cincuenta pesos, se fueron corriendo, ¿viste que uno casi se cae de la bici? Me da risa acordarme. Nos reímos mucho, pero yo tenía ganas de llorar.

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Wednesday, February 07, 2007

La playa, la montaña, la niebla

Cuánto tiempo...

Acabo de volver de esos tres lugares; vuelvo, como casi siempre uno vuelve de los viajes, renovada.

Tengo en la palma de la mano derecha una diminuta llaga que sólo conoce otra palma, otra piel, una sola otra. ¿Porqué insistimos en dejar que sólo otra piel nos reconozca? Quizá sea que pertenecer a dos pieles sea como pertenecer a dos mundos, a dos atmósferas distintas.
Como sea, a mí me parece que reconocer un aroma, una voz, basta para ser feliz.
Las manos del hombre al que amo crean y recrean sus obras en mi piel.
Somos uno en la mirada. Quién lo dijera, he vuelto a creer en el amor.

El hombre al que amo pinta cuadros inmensos y tristes, con una cualidad profunda y melancólica. ¿Qué se puede decir de ellos? ¿Con qué palabras se describe una belleza que hace brotar las lágrimas?

Vuelvo de viaje nueva y radiante. Me despierto en un avión gris, sobrevolando una ciudad triste, pero soy feliz.

La playa, la montaña, la niebla, se me metieron entre las costillas... volveré pronto, de su mano, y le pediré que me enseñe a mirar desde donde mira su alma.
www.ahatza.com

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