Thursday, April 27, 2006

Shhhhhh

Hay una indescriptible belleza en los ojos cerrados del ser amado. Es sólo comparable a la tristísima belleza de un niño muerto: indefenso e intocable.

Monday, April 24, 2006

Vista Marina



La plata que en verdad es sangre escurre goteando. Hay un rostro escondido en este mar, y no es el de Ulises; tampoco es de sirenas. Helena, la puta que lo comenzó todo, teje junto a Penélope, pero ninguna acaba de comprender esas curvas que salen de sus ruecas, esos surcos líquidos que se revuelcan en carcajada y transitan por el mundo de caracolas. El mar brilla y le presta sus colores al mundo. Deslumbrados, los dioses descansan y beben vino con agua. El Partenón está en ruinas, pero las columnas que sostienen al útero que los contuvo se llaman olas, y están hechas de espuma, que es, como todos los inmortales saben, el único material divino.

Óleo: A. Hatzacorsian

Saturday, April 15, 2006

republicando


Vuelvo a publicar un post que no tenía mucho sentido sin la imagen que ahora lo acompaña...


Para Armando
...break a leg, my sweet lover


El suelo del bosque es oro puro. Estoy quieto y tengo miedo. Desperté esta tarde acostado, encogido como un feto, en medio de un bosque que no es verde, en el que apenas se distinguen los troncos de las ramas y de las sombras que proyectan. Hojarasca, le dicen. Suena a música, repito la palabra lentamente ho-ja-ras-ca. Suena a los pies de la hermosa que me trajo hasta aquí, que silente me colocó y silente me abandonó. Suena a lo que sonaba el suelo sobre el que corría cuando tenía seis años y cerraba los ojos para sentir la adrenalina. Suena también a cascada, a sábanas limpias que crujen bajo los cuerpos. Hace frío, y el bosque, extrañamente, parece dormir. Debería oír insectos y aves, pero este bosque no los acepta. Este bosque está hecho de oro, de piedras, árboles y hojas de oro seco que se desmorona entre mis manos. No hay vida. Y sin embargo, lo llena la esencia de un cuerpo tibio que atisbo entre el tercer y cuarto árbol, de izquierda a derecha. Una mirada que se asoma inquieta, como un gato mirando debajo de una sábana.
Tengo frío. Mis piernas son dos muñones entumidos: las miro y no las reconozco -ajenas, espantosamente humanas. Podría morir de frío. Algo me dice, sin embargo, que el corazón seguirá latiendo, quizá gracias al calor que le dejaron aquellas manos que recuerdo apenas, ensoñadas, blanqueadas por la memoria. Los dedos de las manos duelen y sangran. Mi sangre llega a las hojas más cercanas, ni siquiera alcanza a formar un charco: gotea lentamente y la sangre se seca nada más tocar el suelo.
Entristezco pensando que no podré darle siquiera un segundo de vida a este bosque, cuando miro tus ojos y comprendo que sobreviviré.

Óleo: Armando Hatzacorsian

Filtracion de Luz



El sol se niega a partir -quizá recuerda a Josué. El viento parece haberse dado por vencido. Los animales aguardan, las pupilas dilatadas y los músculos prontos. Habrá quien muera esta noche. Así ha sido siempre. Mirar, quizá, la última puesta de sol, regodearse en sus luminosidades, entrecerrar los ojos para no perderse un instante. Los cazadores están hambrientos, y el sol llora sus últimas lágrimas de luz. Llora por los condenados y por los verdugos. Por el verde que pronto será negro, por el marrón que pronto será negro, por el rojo que pronto será negro. Se llora a sí mismo, llora por su diaria partida que deja tantos indefensos.
La luna, cada vez más brillante, abre sus piernas de puta gozosa, sus ojos chispean, y sus labios, lúbricos cráteres blancos, dan el grito de batalla.

Óleo: A. Hatzacorsian

Inquietud


Hay nubes y la luz se apaga. Hay que reunirse, agruparse. Acercarse a la compañía de los tuyos. Recogerse. El momento del beso vespertino que mucho tiene de oración, de agradecimiento porque estamos todos, un día más. Llegan todos, uno a uno, se limpian, se sacuden la suciedad de la ciudad -hay tanto que sacudirse, todos los días. Cierran sus ojillos brillantes, canicas de vidrio. Murmuran sin mirarse. El reconocimiento es táctil. Sus cuellos se hunden. El frío los mantiene alerta. Debajo de sus pies, la corriente mortal es inocua. Desaparecen, la noche se los lleva. El ruido debajo es la música de fondo que se apaga cuado se quedan dormidos. Una canción de cuna.

Óleo: A. Hatzacorsian

Ejercicios de vuelo


Hay algo que no puedo nombrar en tus ojos. Un halo alrededor de tus pupilas que no estaba allí antes. Refleja un ave que miraste hace años. La belleza concentrada del brillo de las plumas causado por la grasa que acumulan los pájaros para protegerse del frío. Una coraza. Sin embargo, hay luz, y proviene, precisamente, de la mirada que lo crea. De la mirada que hace rompecabezas del cielo y se olvida de la gravedad. Hay algo que no es posible nombrar en tus manos. Una capa endurecida que esconde tus frágiles venas. Alguien diría que se llama piel. Y la sangre fluye, inconforme, debajo. Busca los huecos, las cavernas, se niega a detenerse. Llega para volver a irse. Como un ave que mira el cielo hacia el que va, y se pregunta si esta sensación de vacío será lo que llaman libertad.

Óleo: A. Hatzacorsian

Sunday, April 02, 2006

Flor de domingo

Hay una flor dentro de mi cabeza, es roja y tiene dientes. Florece en mañanas como esta, en que el sol te da en los ojos y sientes que tu cerebro se derrite. Miras el reloj y apenas son las nueve de la mañana. Miro la caja de Valium en la mesita de cama, prefiero no mirar el contenido. Lo malo de los medicamentos de nueva generación es que es cada vez más difícil que la sobredosis te mate. Siento mi cabeza inflarse, como un globo. Mis ojos cerrados ven luces de colores y una suerte de caleidoscopio. Pink Floyd me ha dejado en un estado de absoluta falta de imaginación para el resto de mi vida, parece.
Siento abrirse los pétalos y estallar la corola. Hay un sonido indefinible y me desvanezco. Hasta el siguiente domigno.