Thursday, December 27, 2007

Jueves, noche

Leo y releo las páginas frente a mí. Quiero, deseo, anhelo borrar todo lo que he escrito, empezar de cero. Zip. Página en blanco otra vez. ¿Cuántas veces más?
Setentaisiete veces siete. Hasta la tercera generación.
El gato viene a olisquear el teclado. Me muerde la mano. Lo bajo de la mesa.
Se va y vuelve, ahora me clava las garras en el antebrazo. Lo sigo, maúlla en la puerta de la recámara. A tiene hipo. El gato está molesto por el hipo, por el ruido del teclado, por la luz, por los vecinos que tienen fiesta. Porque no estoy en cama. Porque me rehuso a abrir otra lata de atún.
Estos días, tras el deceso de F, A y yo hablamos mucho del gato, su salud, si le toca vacuna, veterinario. Extraño. El gato parece más frágil. Está ganando peso. Quita de ahí el chocolate, no lo dejes que se suba a ese mueble, ten cuidado.
Escuchamos con fruición Fred The Cat, de Hovhaness, una y otra y otra vez. Give a cat a twig...
El gato vuelve, brinca sobre la mesa, tira con delicadeza una hoja impresa, la hace pedacitos, dicen que la tinta es tóxica, que
hay que darles una hoja en blanco para que jueguen... Mercurio se niega, me rasguña, finalmente se levanta, indignado, lo escucho abrir la puerta con una pata, lo vigilo para que la puerta no se cierre antes de que consiga salir, lo oigo comer, tomar agua, saltar a la cama. Me levanto con sigilo. Ambos tienen los ojos cerrados.
Duermen, yo vuelvo a una hoja que, para mi mala fortuna, hoy no se quedará en blanco

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