Lovecraft, Houellebecq, Miklos
Para DM
Hace unos cinco años (meses más, menos), siendo traductora en un diario mexicano, me cayó la encomienda de traducir una reseña sobre Las partículas elementales, novela fabulosa que me volvió adicta a Michel Houellebecq. Imprimí la nota, se la llevé a David Miklos (quien por la época fungía como mi guía de lecturas) y le pregunté si conocía al autor. No recuerdo qué me contestó, ni si alguna vez volvimos a tocar el tema. Recuerdo, eso sí, que ambos compartíamos una fascinación infantil por Lovecraft.
La semana pasada, Miklos me pidió un texto para la revista cuaderno salmon Así que, haciendo bien la tarea, me dediqué a releer los números anteriores de la revista. En el número cuatro encontré un texto de Miklos sobre el libro HPLovecraft: Contra la vida, contra el mundo, de Houellebecq.
Leí el libro de Houellebecq, que viene sabrosamente acompañado por dos historias del fabulador de Providence, en unas vacaciones en la costa del Pacífico, en una playa a la que sólo es posible llegar atravesando una laguna-pantano-humedal. Pocas veces he sentido un pánico de tales proporciones. Las historias de Lovecraft se me revelaron aterradoras y plausibles. Las poquísimas horas que dormí durante esa semana estuvieron pobladas de sus monstruos maravillosos, de sus sonidos y colores de más allá del infinito.
Houellebecq también puebla sus mundos de monstruos, quizá aún más terroríficos que los de su mentor debido a que esconden sus tentáculos y viscosidades tras ojos y bocas, dos piernas y dos brazos.
Miklos no tiene monstruos, mas que el fantasma de una ratoncita café muerta en una jaula con piso de periódico.
Extraño trío de escritores, extraño trío de amigos.
Hace unos cinco años (meses más, menos), siendo traductora en un diario mexicano, me cayó la encomienda de traducir una reseña sobre Las partículas elementales, novela fabulosa que me volvió adicta a Michel Houellebecq. Imprimí la nota, se la llevé a David Miklos (quien por la época fungía como mi guía de lecturas) y le pregunté si conocía al autor. No recuerdo qué me contestó, ni si alguna vez volvimos a tocar el tema. Recuerdo, eso sí, que ambos compartíamos una fascinación infantil por Lovecraft.
La semana pasada, Miklos me pidió un texto para la revista cuaderno salmon Así que, haciendo bien la tarea, me dediqué a releer los números anteriores de la revista. En el número cuatro encontré un texto de Miklos sobre el libro HPLovecraft: Contra la vida, contra el mundo, de Houellebecq.
Leí el libro de Houellebecq, que viene sabrosamente acompañado por dos historias del fabulador de Providence, en unas vacaciones en la costa del Pacífico, en una playa a la que sólo es posible llegar atravesando una laguna-pantano-humedal. Pocas veces he sentido un pánico de tales proporciones. Las historias de Lovecraft se me revelaron aterradoras y plausibles. Las poquísimas horas que dormí durante esa semana estuvieron pobladas de sus monstruos maravillosos, de sus sonidos y colores de más allá del infinito.
Houellebecq también puebla sus mundos de monstruos, quizá aún más terroríficos que los de su mentor debido a que esconden sus tentáculos y viscosidades tras ojos y bocas, dos piernas y dos brazos.
Miklos no tiene monstruos, mas que el fantasma de una ratoncita café muerta en una jaula con piso de periódico.
Extraño trío de escritores, extraño trío de amigos.
Labels: amigos, escritores
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