Saturday, March 04, 2006

La muerte de los niños

-Tengo que volver sobre los pasos de mis hijos muertos para poder morir en paz.
La voz sorprendió a la enfermera, que dejó caer la mesita de cama, y la gelatina se estrelló en el suelo con un ruido más bien desagradable, acuoso, que alcanzó a salpicar sus albos zapatos de piel de ternera.
Se volvió, sorprendida, al viejo de la cama nueve, y al verlo tan quieto, por un momento pensó que todo había sido una alucinación. Pero el viejo volvió a hablar.
- Tengo que ir a Praga, señorita, tengo que ver con mis propios ojos a la prostituta de la calle Nadrazni.
La piel del rostro de la enfermera se contrajo ligeramente alrededor de los ojos, pero sólo por un segundo. Sin mirar los ojos del viejo, ahora abiertos, hundidos en sus cuevas, expectantes, sacó del bolsillo derecho la hipodérmica de emergencia, hurgó entre las sábanas buscando el delgadísimo brazo y hundió la aguja lenta y mecánicamente en la maltrecha vena basílica.
El viejo la miró con odio por un segundo antes de quedarse dormido de nuevo, pensando en el sonido de la palabra child, kiltham, kilpei, y su origen gótico, vientre. útero. ¿Cómo podía decir que eran sus hijos, su retoño, su nada, si le estaba negado llevar vida dentro de sí? ¿Cómo podía sentirlos suyos?
El veneno que llevaba en sus gotas el propofol se detenía a veces, una fracción de segundo apenas, a morder las ancianas venas. El viejo, sin embargo, luchaba por mantener la expresión concentrada y ausente que deben tener los moribundos. La mirada azul grisácea de la enfermera se posaba ya en el cabello blanco y quebradizo, ya en la almohada que lo sostenía.
Blanco. Blanco azulado. Gris. Negro.
Los ojos cerrados del viejo no eran suficiente confirmación, así que la enfermera tomó el pulso, lo arropó como se hace con los niños recién nacidos, casi vegetales, y apagó la luz de la mesita antes de comenzar a limpiar el suelo y sus zapatos. Su concentrada expresión apenas se veía perturbada a ratos por un ligero cambio en la luz, en la posición de los aparatos que a cada cierto tiempo confirmaban que el cliente de la cama nueve seguía respirando.
El viejo soñaba, hundido en la artificial ensoñación diurna, con recorrer larguísimas calles, cuyas luces se prendían a su paso, sólo para apagarse inmediatamente después. Todo le era familiar, los postes de luz, los tejados de dos aguas, incluso los perros que lo miraban desde la penumbra del quicio de cada puerta. Pero el vecindario no lo reconocía. Era él el extranjero. Había gritos -largo, esto se llama praga, esto se llama siria, esto no tiene nombres, tú no tienes nombre, cadáver, a s c o, deletreado, así, como si fuera la última palabra del universo y se negara a desaparecer, la o alargada y estirada inmensa, un aguero negro, vértigo, lanzarse, caerse. El viejo despertó con la boca seca y un agudo dolor en el brazo. Pero la enfermera había desaparecido. ¿También la habría soñado? ¿Estaría soñando? ¿No estaba hace un minuto apenas en Praga, la soñada ciudad de madera? ¿Y no estaría, quizá, en Siria? Siria, el eufonismo de su nombre corto y femenino. Su hijo había muerto en Siria, eso dijeron. ¿Lo reconocería si lo viera? ¿Sería como él?
Estaba despierto. Nunca había llorado en sueños.
Esperaba poder mirar al menos una vez los ojos de sus hijos adultos. Recordaba nebulosamente la mirada bovina el día del nacimiento. La enfermera, una muy parecida a esta que ahora volvía con las medicinas de las cinco, le había mostrado momentáneamente un bulto rojizo -Fue niño. La mujer de blanco debió advertir su expresión desconcertada, porque volvió a entrar en la sala de la que acababa de salir sin decir una palabra.

7 Comments:

Blogger Miguel Ángel Ángeles said...

-tengo que volver sobre los pasos de mis amigos nacos para poder entenderlos...-

la voz me sorprendio y me di cuenta que estoy fingiendo. que sufran por nacoides!!!!

miss u.

just a little pero cuenta no????

Tuesday, 07 March, 2006  
Anonymous Anonymous said...

En Praga la madera esta crujiendo
la propiedad de lo perdido
Y en el Sur de un Sur (no tan Sur)
crujen mis huesos al leerle
virtualmente y sin embargo
me siento viva
te siento viva
silfide mia,
te espera una linea de cocaina
entre mis pechos

Thursday, 09 March, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Temía que no me reconocieras. Que no quede nada. Sólo indiferencia. Anonimato. Quedarme con la nariz tan brillante como mis ojos llorosos. Me reconociste. Y me inyectas un breve lapso de felicidad (otra ilusión). Aunque algunos te hayan llamado “mi lado estúpido”. Estúpidamente, me hace falta morderte el cuello, lástima que me haya quedado sin dientes.

Friday, 10 March, 2006  
Anonymous Anonymous said...

...

Tuesday, 14 March, 2006  
Anonymous Anonymous said...

Todavía te espero, pero ya estoy acostumbrado. Se que un día apareceras como lo histe alguna vez después de tanto tiempo. Ese día nuestras miradas se cruzaron, me sonreiste y te volviste a ir.

Sin embargo todavía te espero.
Por ahora creo que estoy tranquilo porque siempre nos encontramos, te encuentro o me encuentras. Aunque casi siempre es la segunda.

Se que volveré a verte, de eso estoy seguro. Sabes? Me encantaría que vinieras a la fría Montreal, pero es nada seguro, lo se... pero vaya aunque sea escribeme un pinche email!!

Besos, Alam

Tuesday, 14 March, 2006  
Anonymous Anonymous said...

EFG y Zabeth , ¿qué no son la misma persona?

Wednesday, 10 October, 2007  
Blogger efg said...

la misma y otra, siempre...
saludos hasta tu anonimato

Wednesday, 10 October, 2007  

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